sábado, 12 de febrero de 2011

33 Formas de conocer Morelos



Por Jessica Servín
13.1.2008
Recuerdo que la primera ocasión que visité Morelos tenía siete años de edad, fue en invierno, en la víspera de la llegada de los Reyes Magos, cuando mi padre aseguraba que este sitio era ideal para ir en auto y mi madre insistía en la posibilidad de visitarlo cada fin de semana para conocer sus 33 “pueblitos”. Y como bien dicen “la última palabra la tuvo ella”.

Entre diciembre del 83 a diciembre del 98, aproximadamente, fuimos y venimos de Amacuzac a Cuernavaca y de Jujutla a Yecapixtla. Ésta es la historia de un viaje, del mió y - quién sabe- también el de alguien más

Aquí siempre es primavera y la bienvenida se antoja en Cuernavaca. Lo primero es el desayuno: quesadillas de flor de calabaza con frijoles quebrados o café de la olla con galletas de tlayacapan, que por cierto si te gustan, puedes hacerlas en casa. Visita www.morelostravel.com y en su sección de gastronomía podrás bajar la receta.
A Cuernavaca se le puede comparar con Acapulco, el que se hizo popular en los ochenta. “Cuerna” como la gran parte de los capitalinos lo llaman, forma parte de su memoria colectiva; en la que recuerdan irse de pinta por primera vez o pasar la primera vacación en familia, en algún balneario de olas y pistolas de agua. En fin, cuenta mi amiga Constanza “si me invitan, siempre me gusta desayunar en Las Mañanitas y recorrer el Palacio de Cortés…”

Dos rutas
. Las dos históricas, una dedicada a la arquitectura: la del Volcán, y la segunda a la cronología: la de Zapata. Ambas, ideales para los fines de semana largos (4 de febrero, 17 de marzo, jueves y viernes santo; o el 17 de noviembre) o unas vacaciones cortas. Y ya que estamos en esas, qué tal unas tortillas de tzompantle o unos tamales nejos acompañados por una salsa de jumiles, bueno pues eso es un ejemplo de lo que el General Emiliano Zapata degustaba cuando montaba guardia en su natal Anenecuilco, lugar donde yace un Museo en su honor mientras que en Tlaltizapan, el museo Ex Cuartel, exhibe objetos personales de él y fotografías de la Revolución. A unos pasos más adelante se haya la Iglesia de San Miguel Arcángel que en su entrada exhibe un Mausoleo dedicado a su ejército.
El Tequitqui se desarrolló durante el siglo XVI y es una combinación del arte criollo con el de los cristianos españoles. Es decir, donde se representaba una especia de diálogo socio-político y religioso en murales o fachadas, valor que se puede apreciar constantemente en la Ruta del Volcán Popocatépelt.
Son 11 Conventos Patrimonio de la Humanidad. El que traigo a mi memoria es el de Yecapixtla que data de 1541 y perteneció a la orden de los Agustinos. Es totalmente gótico, diría que el escenario perfecto para grabar una de esas cintas de ficción, de hadas e incluso de vampiros. ¡Claro! Morelos también es famoso por ser una de las principales locaciones de películas y telenovelas como el largometraje de “Zapata” de Alfonso Arau.
Pero la verdad es que todo esto no se disfrutaría igual sino fuera por las celebraciones. La característica principal de éstas radica justamente en la tradición, desde la Fiesta de la Candelaria en Coatetelco y el Solsticio de Verano en Xochicalco hasta la Feria de la Cecina en Yecapixtla o la del Pulque y la Barbacoa en Huitzilac, “¡Ah! y ni te preocupes, en cada barrio siempre hay celebración…” palabras de Julio, el guía que me acompañó por mi paseo en Tepoztlán, Pueblo Mágico, lugar donde la paz y la energía del otrora “refugio de lo dioses”, es palpable casi al momento de llegar.

Tepoztlán
es colonial y prehispánico, ahí está su reto principal, la pirámide del tepozteco, esa que cada 8 de septiembre los danzaste o señores de Yautepec y Oaxtepec, suben en pocos minutos para llegar al punto más alto y entregar su energía, su espíritu a los Dioses. Este “lugar de las piedras quebradas” luce distinto los domingos (son su tianguis de artesanías) y en especial los martes, sobre todo durante el festejo de su carnaval, donde las nieves, “esas, las originales…”, desafían a la imaginación, al paladar. Las que quizás, también inspiraron a Pellicer, el poeta que hoy cuenta con su Museo y en cuyo interior se guardan hermosas piezas<

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